Monday, November 10, 2008

la maté sin querer

Era viernes. Venía de dormir en lo de lolo, en mi ahora querido Hurlingham; casa del Cachibar, el hombre más feo del mundo, el vendedor más ridículo, el perro que nunca ladra, (entre otros).
Llegué extremadamente temprano al trabajo, no daba ni un poco entrar. Decidí desayunar en el Savoy. Ya con mi café con leche (pedido con explicitas instrucciones del tipo "con menos leche de la que suele traer") y mi brownie, me dispongo a desayunar disfrutando ese sol mañanero, que no da calor pero te mantiene tibio. Suddenly veo sobre mi pierna una vaquita de san antonio.
Sin dudar ni un segundo la tomé y me puse a jugar con ella. Ella jugaba conmigo en realidad, caminaba a una gran velocidad yendo de una de mis manos a la otra, me caminaba, y yo la miraba (nunca entendí por que ésto puede resultar tan fuckn divertido).
En un movimiento fallido (suyo) intentó volar pero poco vuelo levantó y cayó dentro de mi taza de café con leche (con su respectiva espuma)
Sintiendome superheroe de vaquitas de san antonio en un nanosegundo la rescaté con mi cuchara y la puse sobre una servilleta. Estaba inundada de espuma, casi ni se veía. Tenía que hacer algo! Lo único que se me ocurrió fue tirarle gotitas de soda con el dedo, para lavarla. Ya no tenía más espuma, pero estaba empapada, y no se movía.
Empece a soplarla, esperando que el viento y el sol la secaran y que así reviviera. No calculé que podía estar soplando demasiado fuerte y de un soplo se me voló y cayó por una de las ranuritas de la mesa (era de esas de madera con tablitas). La busqué por el piso, por la mesa, por todos lados. Nunca la encontré. Creo que murió. Terminé mi desayuno pensando en lo que había pasado, en si fue su error, en si yo fui la culpable.
La pobre vaquita fue viva y feliz hasta el momento en que cometio el error de caer en mis manos. La maté, sin querer.

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